El aspecto que presentamos y nuestro estado de ánimo se encuentran en constante retroalimentación. Cuando no nos sentimos felices, estamos cansados o estresados, nuestro rostro y toda nuestra actitud psicológica y postural lo reflejan. Muy al contrario, cuando alguien es feliz, tiene un buen día, acaba de recibir una noticia positiva, se dice que le brillan los ojos o que está radiante.
No tiene que ver en este caso con lo agraciados o no que podamos ser en cuanto a unos rasgos determinados, se trata de las emociones trasmitiéndose a través de la manera en que nos expresamos y reflejándose en lo que más nos define: la mirada, los gestos de nuestra boca, nuestras cejas, etc…
Lo importante es cómo nos veamos a nosotros mismos, cómo nos sintamos frente al espejo. Hay diferencias importantes que tienen que ver en el porqué realizamos unos u otros rituales de belleza en el cuidado personal, como los de cuidado facial, hidratación o maquillaje, en el caso de la mujer, y porqué lo hacemos de una determinada manera o de otra.
Si lo hacemos porque supone un rato en el que nos entregamos a nosotras mismas, nos relajamos, nos recreamos en el baño, en el espejo y eso nos hace sentirnos bien, resulta óptimo para nuestra salud mental. Además, nada que añadir a los gustos y preferencias de cada uno al respecto. Es un asunto personal que tiene que ver con cómo nos agrada vernos y que nos vean.
Ahora bien, otra cosa es que me produzca ansiedad cuando no me maquillo antes de salir o si no me doy la hidratante o el producto preciso antes de acostarme. Lo mismo, si no soy capaz de salir a la calle sin maquillarme, con mi aspecto natural. Quizá, no siempre, habría que ver cada caso, podríamos encontrarnos ante un problema de autoestima. Podríamos tener un complejo determinado que tenga su origen en el pasado.
Sobre cómo influye el aspecto físico en el trabajo, la seguridad en el entorno laboral dependerá de cómo cada uno perciba sus cualidades, sus fortalezas, lo que aporta a la empresa, la confianza en sus propias capacidades. En definitiva, en cómo define su autoconcepto laboral. Esos son los factores determinantes para que una persona se sienta segura y confiada en el trabajo. Dependiendo de determinados contextos, el maquillarse es un requisito, si se trabaja en determinados sectores, por lo que ahí es probable que la personas se sienta más cómoda dado que su estética está adaptada a lo que se espera en ese contexto específico.
En cualquier caso, el autocuidado o cuidado personal, si no es impuesto o responde a un complejo o pérdida de autoestima, revierte en nuestro bienestar a todos los niveles: en cómo me hablo, si soy capaz de perdonarme, y ser compasiva conmigo misma y también en como cuido mi cuerpo, por lo que las rutinas de limpieza, hidratación, manicura y otras, son buenas para mimarnos.
En este sentido, os recomiendo realizar las rutinas de belleza de cuidado personal al final del día, cuando ya hayamos terminado con nuestras tareas y con lo que nos ocupa. También es importante buscar un lugar propio, tranquilo y cómodo, donde tengamos nuestros productos y nos sintamos en total privacidad.
Tampoco está de más, si es posible, y contamos con alguna amiga o algún especialista, complementar estas rutinas con masajes y otras técnicas como, por ejemplo, la gimnasia facial.
Lo importante es que lo que hagamos nos guste, que no sea impuesto y que responda a nuestras necesidades. Cada cual tiene que encontrar su bienestar emocional estético, siempre y cuando la retirada del mismo no genere problemas de ansiedad y de inseguridad.
Pilar Conde es directora técnica de Clínicas Origen.
